CHICUAROTES


CHICUAROTES

Pasaron doce años para que Gael García Bernal volviera a dirigir.
Después de su ópera prima "déficit", película que ahonda en el clasismo que se vive en México, Gael regresa a contar una historia sobre la violencia que se padece en México, y cómo esta violencia desde un individuo, contagia a todo el universo.

Chicuarotes vive en la tradición de los "olvidados" de Luis Buñuel. Chicuarotes es un homenaje al cine mexicano, y a uno de los más grandes exponentes como ha sido Luis Buñuel, quien en su trabajo cinematográfico de "los olvidados" retrata la violencia, la ignorancia, la desesperación, el universo que impera en territorio mexicano, y dentro de todo ello, aún con todo lo que pasa, la muestra es siempre que el amor es la base y sostén de todo acontecimiento.

Gael García Bernal presenta un casting excelso, rico en personajes, una mezcla de actores con trayectoria y nuevos actores que incursionan en el cine. Están bien dirigidos y Gael, por su puesto imprime su personalidad en la película, incluso el protagonista es el personaje que canta Gael García Bernal (Cagalera), en casi todas sus actuaciones, el mismo personaje en diferentes historias. 

Una película que está bien contextualizada en un mundo donde el ciudadano tiene que buscar hacer justicia por propia mano. Toda esta violencia, es interesante ver, cómo no es parte de un sustrato o de una clase social, sino que comienza siempre en el circuito virtuoso del individuo. La plenitud del individuo marca la plenitud de la pareja, la plenitud de la pareja marca la plenitud de la familia y la plenitud de la familia marca la plenitud de la sociedad, donde la plenitud social marca, la plenitud del individuo, esto concebido bajo la lupa de un análisis semiológico de la vida cotidiana. Pero no hemos vivido eso, al contrario, hemos marcado una historia donde el desastre de un individuo, marca la disfunción de la pareja, y la disfunción de la pareja marca la violencia en la familia y la violencia en la familia marca la violencia en la sociedad y la violencia de la sociedad aplasta al individuo. Ese es el grito que cuenta Gael García Bernal en su película "Chicuarotes".

Hay sueños, hay tantos sueños, más en la juventud. 
"Si no fue por las buenas, será por las malas". Sin oportunidades, con unas cuantas ilusiones, el personaje principal en la historia de Chicuarotes mira cómo cada ilusión se va apagando en su vida. Un joven, a cada paso, observa cómo sus esperanzas van dejando de brillar, como la luz de una vela, como un fuego apagado por el viento, tan fácil. Y sólo queda la violencia. No hay más futuro, que ir a buscar ilusiones. A pesar de toda la violencia, existe el amor, existe la esperanza, existe la fe. Pero nuestros personajes en Chicuarotes viven oprimidos, encarcelados por su propia sociedad. ¿Qué más se puede hacer?

Todo personaje tiene un motor, «la ilusión».
No están despiertos, viven soñando, viven incluso de la desesperación de ver sueños que se apagan. Y nunca miran la realidad. ¿Cuál es la realidad?
La realidad es saber que sabes que sabes.

Fue la decisión de una mujer, casarse con un hombre alcohólico que crece en violencia, que desciende en la espiral de la oscuridad. Tal alcoholismo y disfunción de uno de los miembros de la familia, rompe toda armonía. Aquí cabe señalar el trabajo excelso de Enóc Leaño como "Baturro", quien a mi parecer es médula, piedra angular y además marca una interpretación legendaria en cine como el hombre que ha dejado de saber, como el hombre que ha perdido conciencia, como el hombre que ya no ve, que ya no escucha, que sólo reacciona, reacciona en su imaginario y lástima y lástima y lástima y se lástima. Es la tristeza, de tantas familias que no saben qué hacer cuando uno de sus miembros vive sumido en la violencia. Tal violencia que padece uno en su mente, uno no tiene la conciencia de cómo afecta a todo el universo y cómo eso se repite y se repite en la eternidad. Todo lo que hacemos tiene eco en la eternidad. Y a pesar de la búsqueda incesante de cada uno de los miembros de la familia por encontrar sentido y plenitud a su vida, se ve mermado siempre por la violencia que les hace sombra a cada instante. Nuestros personajes no gozan de paz interna, ni la promueven, son simples víctimas de un escenario en el cual les tocó vivir. Ni siderata, ni libros de auto-ayuda les pueden hacer escapar de su prisión social. Realmente me estremecí al ver la prisión en la que hemos caído tantas y tantas familias, célula base de la conformación de la colectividad y la comunidad en México. Todos somos responsables de la violencia que existe. Ante tal alarma, la cuestión es qué vamos a hacer al respecto. Siempre podemos hacer algo, y siempre comienza por nosotros. ¿Verdaderamente cuánto tiempo podemos permanecer conscientes de ser siempre amables con todo y con todos? Y vemos claramente cómo cada personaje inmiscuido en la violencia, vive fuera de sí, vive enganchado con cada estímulo de la realidad externa, y responde reaccionariamente con lo que marcan sus genes, con lo que marca el imaginario colectivo, es decir, no son libres. No encuentran camino de regreso a casa, al centro del corazón, al centro de su paz interna. No conducen en conciencia su conciencia, no conducen en conciencia la asimilación en su mente en relación con cada estímulo que se les presenta. Son reaccionarios, simplemente, padecen la violencia, viven vulnerables, viven alejados de la gran verdad que hace seres libres.

Y es desde la propia base social, que se comprende al gobierno y a los sindicatos, como entes donde el menor esfuerzo es posible, donde el trabajo no es requerido, donde cumplir antigüedad asegura pensión, no pensar, y ya no hacer nunca jamás. Jamás nuestros personajes consideran vivir inmiscuidos en el universo creativo, simplemente buscan subsistencia, primero para ellos, luego para sus parejas, luego para sus familias y al final se estorban los unos a los otros. Incluso, Gael pinta la ingenuidad, la inocencia de la ignorancia, que más allá de hacer daño, sólo busca cumplirse caprichos, el imaginario para poder llegar a ser, un poquito lo que quieren los demás, lo que exige el imaginario colectivo y no el alma, y no el ente, y no el verdadero ser esencial que siempre se encuentra al interior de nuestro ser, al centro de nuestra esencia, al punto de nuestro corazón.

Resalto el tremendo trabajo actoral de Ricardo Abarca, Daniel Giménez Cacho, Dolores Heredia, Benny Emmanuel, nuevamente a Enóc Leaño, Pedro Joaquín. Verdaderamente todo el reparto está increíble. Y queda el compromiso de Gael, que siempre está interesado en promover y retratar estos temas tan latentes de cómo el amor se disipa cuando surge el imaginario en las clases sociales, el dinero, los modismos, los universos mentales trabajados por etiquetas, marcas, calles, colonias, títulos.

Chicuarotes es además una tremenda alarma ante la situación que viven millones de jóvenes, desde aquel bono demográfico que surgió con Felipe Calderón, sexenio pérdido, y sexenio con acento perdido con Enrique Peña Nieto cuando millones de jóvenes, como nunca ha habido en la historia de México, han quedado en desperdicio, por no aprovechar sus talentos, virtudes, capacidades, fuerza. Y todo por pretextos, porque no estábamos preparados, porque siempre llegamos tarde. El estado, como la familia, como un padre, como un hermano, siempre deben estar ahí.

Gael García se vuelve empático, y así dibuja esta realidad, en que millones de jóvenes ya no tienen rumbo, por más ilusiones, por más libertades, el camino se ha perdido. ¿A dónde ir? Sin oportunidades en el extranjero, clasificados por documentos, dando permiso de movilidad por documentos y al interior, en casa, en el país, sin nada, con la presión de la violencia, con la marginación social, por el clasismo, por la cultura, por la violencia siempre.

No hay a dónde ir.
Somos libres, podemos hacer lo que queramos.
Ir a Estados Unidos de Norteamérica a triunfar. Quedarnos en México, y huir de la pobreza y de la violencia. Esas son las alternativas de millones de jóvenes, que continúan desperdiciados, desperdiciándose, entre los laberintos de la violencia, de la ignorancia.

Chicuarotes es una película emblemática del México contemporáneo que además resuena, poderosamente con ese México que se ha retratado en el pasado, y que sigue exigiendo justicia, una que sin lugar a dudas se halla al centro del corazón del ser humano que es consciente.


Erick Xavier Huerta

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