DRUK
DRUK
Dinamarca.
(2020)
Escrita y dirigida por Thomas Vinterberg.
Protagoniza Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Magnus Millang.
De Thomas Vinterberg ya había visto «The Hunt», una obra maestra; aunque descubro que parece ser que no he escrito nada sobre ella. La vi a finales del 2016 en Vancouver, Canadá. Es una tarea pendiente. Por su parte, Vinterberg vuelve haciendo mancuerna con el gran actor Mads Mikkelsen, gran, gran actor.
En Druk—película danesa (o conocida también en cartelera inglesa como «another round»), Vinterberg explora los profundos miedos de la sociedad volcada hacia los consumos que permiten inhibir sus más grandes miedos. Bueno, y es que en Europa existe la gran cultura etílica, ¿De dónde proviene su éxito? Más que el placer es la búsqueda de ocultar los miedos. El miedo al fracaso. Tanto que si nos ponemos a reflexionar, el placer es placer cuando está al servicio del individuo; y el vicio es vicio cuando el individuo está al servicio del placer. Esta delgada línea se puede traspasar fácilmente; cosa que le sucede fácilmente a nuestros protagonistas.
Mads Mikkelsen está en la crisis de la edad media. Tiene una profunda crisis existencial que conlleva una crisis familiar, de pareja, y de vocación y trabajo. Su proyecto de vida de pronto se ve mermado, por no saber quién es, qué quiere y a dónde va. Mads Mikkelsen interpreta a Martin, un profesor que no se muestra apasionado ante sus estudiantes y eso le atrae aún más problemas por el rechazo de la comunidad estudiantil ante la manera que consideran ineficaz de parte del estilo de enseñanza que viene mostrando Martin.
Un día, en el cumpleaños número 40 de uno de sus mejores amigos, Martin no puede dejar de resentir esta angustia existencial delante de sus compañeros. Esta es una de las mejores escenas de la película, parteaguas que desprende todo el viaje emocional que de pronto experimentaremos como audiencia hasta el gran desenlace que preparó meticulosamente Vinterberg.
En esa reunión de festejo, uno de los amigos de Mads Mikkelsen es psicólogo, y expone sobre la mesa que habita una teoría muy divertida que apunta que todos deberíamos consumir al menos 0.05% de alcohol al día para sopesar los problemas del día con más apertura, flexibilidad, tolerancia, menos rigidez, menos sufrimiento.
Martin es el primero en probar la teoría, más cuando el peso de su angustia existencial se ha desbordado. Así, contagia a sus demás amigos del entusiasmo por entrar a probar esta hipótesis. Todo parece divertido hasta que comienzan a subir la dosis para seguir comprobando efectos de la teoría, y por supuesto llegan al límite, a la frontera entre estar conscientes de lo que hacen, a ser víctimas del vicio que han generado y que se les ha salido de las manos. Y es que hay bastantes problemas en la vida íntima de cada uno de los integrantes de este círculo de amigos. Pero problemas hay siempre en la vida, la vida es un problema. Encuentran, entonces, de pronto el vehículo de escape para poder evadir estos problemas y re—conectarse con la vida desde el consumo con el alcohol.
Uno de los amigos no quiere asumir su paternidad, y el conflicto que le causa esta responsabilidad la evade con el consumo de alcohol. Otro amigo padece la desolación, y lo evade a través del alcohol. A otro amigo le pesa el trabajo, y lo evade con el alcohol. Y Martin, tiene problemas desde hace tiempo con su matrimonio, y no quiere confrontarlo.
Incluso se nos presentan varios ejemplos de personas encumbradas en sus responsabilidades políticas, diplomáticas, y que estuvieron bajo el vicio del alcohol pero que eso no impidió que lograran salir adelante. Sin embargo, queda de manifiesto que lo claro es que el consumo desmedido proviene de un miedo fundamental: «el miedo al fracaso».
Bueno, al final uno de los amigos tendrá un garrafal desenlace, pues no puede ya abandonar el vicio.
También vemos el caso de uno de los jóvenes que por sentir tanta presión de cumplir la expectativa y rendimiento que exigen sus profesores, prefiere rendirse, prefiere que venza el miedo al fracaso. Uno de los profesores le recomienda que de vez en cuando tome un poco de alcohol para que se relaje.
Vinterberg señala en su guión una línea crucial para comprender toda la problemática: «debes aceptar que puedes fallar para amar a otros y a la vida». Vinterberg señala el perdón.
La falta de capacidad de perdonarse y perdonar a todos y a todo todo el tiempo, inquiere sentidos de culpa y rencor, sentimientos que ahondan en el miedo y frenan la capacidad creativa para enfrentar los retos cotidianos y la evolución personal del espíritu humano.
Martin, por su parte, confronta sus problemáticas. Y al confrontar, obtiene reconciliación y la gratificación que da la reconciliación es innombrable, la verdadera esencia de alegría que desprende en todas las células del cuerpo, explicando—creo, que bien apuntado desde la óptica de Vinterberg, lo que en realidad significa la felicidad y el placer cuando está al servicio del individuo y no al revés. Todo esto subrayado con toda la atmósfera alegre que imprime la gran canción «What a Life» de Scarlet Pleasure.
La verdadera libertad es el perdón.
Justamente así comienza la película, advirtiendo Vinterberg, "la juventud es un sueño; y el amor es el contenido del sueño". Después, cuando ganó el oscar Vinterberg subrayó en su discurso cuando ganó el premio por mejor película internacional: «Nosotros buscamos hacer un filme que celebrara la vida».
El director dedicó el premio a su hija, que festejó la realización del filme desde la construcción del guión, poco tiempo después del estreno de la película ella moriría, acompañando en espíritu a su padre cuando fue galardonado en los premios óscar.
Erick Xavier Huerta S.
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