The Quiet Girl
The Quiet Girl
Vamos en dirección a nuestro anhelo de plenitud de ser.
El paraíso no es un lugar con una serie de circunstancias.
El paraíso es una persona con una serie de actitudes.
Este filme irlandés, cuenta la historia de la vida rural en Irlanda en 1981, a través de la infancia de Cáit.
Esta es una película ingeniosa, tremendamente portentosa en un mensaje fundamental sobre nuestro trayecto espiritual a través de la mirada del microcosmos que experimenta Cáit, inmersa en una familia disfuncional, inmersa en la cultura del sufrimiento. Alejados del amor, Cáit sufre la violencia intrafamiliar que habita en su hogar, violencia que es más que suficiente a través de la expresión en pensamiento y palabra. La burla, y comentarios hirientes son suficientes para lastimar a la pequeña niña Cáit.
Dormida su familia, reacciona violentamente y comentarios que parecen inofensivos, son tremendamente hirientes para el alma de Cáit.
Cáit implota, hacia dentro todas estas emociones profundas, desprendidas de heridas que se generan por esperar amor de quienes deberían procurarle más amor.
El juicio de valor está presente siempre en la dinámica al interior de la familia de Cáit, y esta presión, y este juicio, hieren muy sensiblemente a quien ha venido a vivir en paz y en armonía en este plano existencial.
El gran director Colm Bairéad, muestra con una gran cátedra cinematográfica que nuestros contextos de significación demarcan nuestra esfera de acción.
¿Cómo crecemos?
Primero, observamos que Cáit vive en este contexto de significación de vida rural en Irlanda, pero el contexto está demarcado por el significado que están dando sus padres a toda esta vida cotidiana: enojo, ira, irritabilidad, angustia, miedo, rencor y odio. La indiferencia en la relación de los padres afecta tremendamente la vida emocional de sus hijas, y así, en consecuencia también viven sus hijas. Porque una familia se funda en dos pilares fundamentales: los individuos que forman la pareja. Porque la educación es mimética, tus hijos te imitan. Así, las hijas de Mam, se comportan. Las hijas mayores se burlan de Cáit, la maltratan haciendo jactancia de su edad superior. Cáit no se siente cuidada ni procurada, busca amor, y el miedo a no tenerlo ni conseguirlo le hace padecer una tremenda angustia y un gran sentido de desamparo en su más temprana infancia.
Pronto cambiará el destino de Cáit cuando su padre tome la decisión de llevarla con unos parientes lejanos a que la cuiden mientras dura el verano, pues la madre de Cáit está por dar a luz nuevamente.
Cáit es recibida por la prima de su madre, Eibhlín Cinnsealach. Eibhlín la recibe junto a su esposo Seán. Aquí cambiará Cáit sus procesos de significación, y en consecuencia se transformará su contexto de significación y se ampliará su esfera de acción por un elemento fundamental: el anhelo de plenitud de ser.
Cáit vive angustiada, con miedo al futuro, pero Eibhlín y Seán comienzan a procurar a Cáit con todo el amor, con el trato de la mayor bondad en un lugar que es muy similar al que vivía Cáit, pero el entorno está inmerso en otro proceso de significación. La naturaleza, la tierra y el aire cobran otro sentido cuando poco a poco Cáit confiere el significado del amor a ese hogar, porque lo experimenta, porque ahora tiene ese conocimiento.
Cáit es procurada, cuidada, tratada con amor. Cáit recibe afecto, apoyo, cuidado, comprensión, conocimiento y reconocimiento. Es libre, y el amor la hace crecer.
Cáit, antes de caer en cualquier provocación por la violencia que venía experimentando en su entorno familiar, en su entorno escolar y social, prefería callar antes de reaccionar mecánicamente, instintivamente. Hay una intuición natural en Cáit de preferir la paz, antes de volcarse a contaminarse por la violencia. Y es que hace lo que puede en su más temprana infancia para sobrellevar esta violencia.
Por eso, en un momento, Seán expresa que deberían haber más seres como Cáit.
El universo le da un mensaje a Cáit, cuando conoce a una pareja de adultos que prefieren el amor, que viven con amor, y que responden con amor. Pero esta pareja está ávida por dar amor, y Cáit estaba ávida por recibir amor, y cuando el amor se comparte, no se divide, se multiplica. Naturalmente, así lo asume Cáit en la más temprana infancia, con la mayor inocencia y se prodiga entonces, consecuentemente, sin miedo, porque el amor no se acaba, no se debilita, se suma, se multiplica, porque el amor fortalece al amor.
Esta cátedra del séptimo arte sobre el amor, convierte en una joya cinematográfica esta historia; uno de los más grandes poemas sobre la belleza de la bondad y el amor.
Esta película, un verdadero triunfo, fue nominada este año a mejor película internacional en los premios oscar.
Además de todo, en sus diversos niveles de lectura, también podemos contemplar a la familia espiritual, la que se elige y se comparte en cuando se practican la misma mística y valores del amor.
El universo es un mecanismo de dar y recibir.
Pero estamos en ruta de nuestro anhelo de plenitud de ser.
Al tiempo, el desenlace de esta historia en un tiempo de la vida de Cáit desemboca en el claro proceso que todos estamos experimentando, el proceso de ruta en anhelo de nuestra plenitud, el amor.
Supe, que todos somos sobrevivientes de nuestra propia infancia, y que depende de cada uno de nosotros, convertirse en víctima de su pasado, o en el hacedor de su presente, transformando ese pasado en fortaleza y en sabiduría para convertirnos en creadores de nuestra propia historia.
Cuando los hijos pesan, es que no se han asumido. Toda paternidad es adoptiva. Todos somos adoptados. Toda paternidad y maternidad se viven y experimentan por adopción consciente; si no se asume la vocación de paternidad y maternidad no se practica realmente. Educar no es imponer, es respetar. Educar es inspirar a vivir. Es un ejercicio espiritual. Hay muchos padres biológicos que regalan a sus hijos o los venden. La paternidad trascendente es siempre espiritual, es adoptiva, es un placer. Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no lo vuelve a uno panista.
Una de las mejores películas que he visto en mi vida.
Erick Xavier Huerta Sánchez
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