La Cocina.
La Cocina.
Dirigida y escrita por Alonso RuizPalacios.
En el corazón del ruido de Times Square, hay una cocina, sueños de seres humanos y la desesperación rondando el sueño americano.
¿Qué buscas en el sueño, mientras se perturban tus emociones y no sabes quién eres, ni lo que quieres ni lo que puedes, bajo el yugo de una sombra que no te reconoce, que te desconoce, que te olvida, que no le importas?
Muchos buscan el sueño americano, al tanto de no haber resuelto problemáticas fundamentales con el universo interno, la inteligencia emocional, la espiritualidad que se debe ponderar. Se arrojan al vacío esperando poder alcanzar algo, en la desesperación de tener una vida mejor que la puede ofrecer el presente en sus países origen, y se van en busca de eso, o también huyendo de la violencia, de la falta de oportunidades, de la pobreza, o tal vez para cambiar y dar un giro a los destinos de las nuevas generaciones de la familia.
Una odisea tremenda, pasando por la vida cotidiana en Nueva York de quienes buscan y aspiran a una vida mejor. Sin embargo, algo pasa, no se consigue de plano la calidad de vida esperada. Hay desesperación, estrés, angustia y desamparo. Raúl Briones brinda una espectacular actuación interpretando a Pedro, un mexicano que trabaja con todo en una cocina de Nueva York en Times Square, pero el ambiente es áspero, el trato es cruel, parece milicia, y todos los trabajadores funcionan como máquinas, al ritmo de la producción que se requiere, son solo elementos más de la máquina industrial que busca suplir los pedidos de los clientes. Ni modo, es el trabajo. El trabajo dignifica al hombre.
Pedro se encuentra en una rutina en la que trabaja arduamente, pero su esencia es pisoteada porque no se siente valorado, no se valora su creatividad ni sus aportaciones, porque en el mismo sistema norteamericano no es reconocido como ciudadano ni como humano, y todo lo que pueda aportar es poco, es poco valorable, la vida no se valora, su persona puede ser reemplazada, todos son prescindibles, y sus emociones en consecuencia no valen para los resultados que se esperan.
El asunto estriba, en que trabajar por trabajar de pronto roba el sentido, y sin sentido por la vida, se pierde la dignidad. En el ámbito del contrato, patrón-empleado, lo único que importa es el trabajo, lo único que importa es hacer por hacer, lo único que importa es cumplir y ya no hay mucho espacio para sopesar valorar al ser humano. Se olvida que en la empresa se forma el ser humano.
Estos personajes están lidiando con tremendas problemáticas internas que los llevan a reprimir sus emociones para antes cumplir con lo fundamental, su trabajo, deshacerse de sus anhelos y de pronto oprimir sus propios impulsos a comportamientos compulsivos que tienen. En este ámbito, se presenta Rooney Mara, que hace un espectacular trabajo interpretando a Julia, que no sabe lo que hace, simplemente tiene impulsos, compulsivos, para hacer menos aburrida la vida, porque le ha perdido el sentido. Una persona aburrida de la vida no tiene sentido de existencia, la banalidad le pesa, al tiempo entabla un encuentro sexual con Pedro, y Pedro comienza a tener fantasías de poder tener una relación sentimental con Julia, a quien realmente no le interesa formalizar ninguna relación, ni cuenta motivos para querer a este personaje, tiene comportamientos compulsivos y de pronto no sabe qué hacer con los sentimientos de Pedro, a los cuales acaba por minimizar. Este desinterés por lo que le pasa a Pedro, habla de la indiferencia sistemática que ocurre en el mundo industrial-capitalista, donde solo sirve el trabajo y debajo y a la distancia, y al margen está la calidad humana. El ser humano se ha anulado ante el capital, y este padecimiento es una burbuja, es una bomba de tiempo que acabará por explotar, como nos cuenta el retrato de RuizPalacios a través de esta historia.
Lo importante es el ser humano. Y se está generando esta bomba de tiempo, por tratar de usar al ser humano como una extensión del aparato industrial para conseguir generar bienes y servicios con el único objetivo de ganar dinero, pero sin apelar al desarrollo humano. Esto provoca tremendas frustraciones, conflictos de comunicación y un entorno lleno de rencor donde todos se odian, nadie se quiere, y a nadie le importan los sentimientos de los demás.
Esto es parte de la nueva cultura a la que hay que apuntar, ponderar el factor humano como el vórtice de todos los sistemas de producción, porque no se trata solo de objetos y procesos, que claro que son importantes, pero lo que buscamos es ponderar el progreso humano, lo que significa, que tiene inteligencia, emociones y espiritualidad.
La verdadera evolución es la espiritualidad, y si no somos conscientes, seguiremos enarbolando una bomba de tiempo que al tiempo explotará manchando de miseria nuestro mundo.
Detengamos la bomba de tiempo, y reparemos en ponderar el bienestar espiritual.
Erick Xavier Huerta S.
Ahora, partiendo de esta reflexión, he emprendido desde hace tiempo un compromiso justamente por esta misiva, ponderar el factor humano para ser conscientes a nivel empresarial, de toda organización, sobre la importancia que tenemos para desarrollar el espectro de nuestra especie, y avanzar en conjunto para entonces sí elevar la calidad de vida de las personas, y después hablar de procesos y luego de los objetos.
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