FENCES

El peso de un hogar. El peso de la ignorancia. La vulnerabilidad del espíritu ante la incapacidad del lenguaje. ¿Cómo interpretar los sueños, las emociones, los sentimientos?

¿Cómo salir adelante?
¿Cómo desarrollar la conciencia?

¿Somos presa del pasado?
¿Cuánto pesa el pasado?
¿El pasado determina el futuro?
¿Qué se hace en el presente?

En una sencilla y simple historia, Washington representa todas estas interrogantes que sufren los seres humanos en su vida. Los seres humanos tienen que aprender, muchas veces, de forma muy lenta, por la incapacidad de tener un nivel de conciencia adecuado para enfrentar los retos en la vida, en la existencia. Pero es que nadie enseña. Puedes aprender ciertas cosas mecánicas, conocimiento ocioso e intelectual para cosa de soberbia y ego, pero no para el desarrollo y evolución del espíritu y la conciencia. Es así, que Denzel retrata la historia de Troy Maxson.

En una pequeña y modesta casa en Estados Unidos, época de post guerra, un hombre sale adelante recogiendo basura del barrio, trabajando en el servicio público de su municipio. Sin embargo, aunque para la sociedad sólo sea un servidor público, el auditorio se adentrará de manera intensa en el espíritu de este hombre. Un hombre que posee una fiereza y una personalidad grande que acapara su hogar. Un hombre es su hogar, y así lo demuestra Troy Maxson. Maxson posee una coraza de hierro por sus experiencias. Encierra sus sentimientos, y avizora la ira, el enojo, el resentimiento. Maxson es puro amor, pero no sabe demostrarlo. El escenario violento de la sociedad, al castigarle y desprotegerle del amor y de educarle de buena forma para conducir sus emociones, le han convertido en un hombre que sólo sabe comunicarse con sus seres más queridos de una forma tajante, dura. Maxson es duro, duro de corazón, de uno muy grande. Porque aquí avizoramos la capacidad de Maxson por amar intensamente. Y lo hace de la única forma posible. No sabe a veces lo que hace, pero intenta amar, de la forma más adecuada. Pero es que Maxson fue desprotegido, arrojado a la violencia, y en la oscuridad, intenta amar. Dar amor, de la forma posible, es todo para Maxson, y aunque lo intenta, lástima. Maxson daña a los que ama, y en su daño, también intenta dar amor. Lastimando, siendo duro, siendo como puede ser Maxson, da amor.

Maxson ha querido ser un hombre recto, honorable. Intenta ser lo mejor, hace lo que puede, pero a veces, sin poder ser más, limitado por las barreras sociales, de la ignorancia y de las circunstancias de vida, Maxson entristece, se refugia en el alcohol, o intenta buscar nuevos amores.

Maxson es un hombre amado. Admirado por sus hijos, su familia, su esposa y sus amigos, Maxson tiene todo, y busca cómo retribuir eso, pero en su intento de amar, lástima. Incluso puede perderlo todo Maxson, aterrorizado por el miedo. Aterrorizado por perderlo, se refugia en sí mismo, guarda amor, crea un caos de emociones interno que le hace huir de sí, de responsabilidades, de enfrentar con hechos circunstancias. Maxson es la batalla que enfrenta un hombre de liberarse de sí mismo.

En un pequeño patio, Washington dirige espléndidamente esta película, con enorme corazón de un guión entrañable de August Wilson.

Es una película de esperanza, muy humana, muy poderosa.
Habla del corazón.

Habla de las máscaras del amor.

El amor se esconde en pequeños detalles. El amor también se enmascara en aquello que nos lástima. El amor está en todas partes.
Es el gran poema de Washington.

Está impecablemente actuada por Denzel Washington y su co protagonista Viola Davis, que actúa de forma soberbia.
Un gran reparto.
Una gran historia.

Es una genialidad, la forma en que Washington nos adentra en la psique de este personaje, en su batalla interior donde no puede acabar por integrarse, por la falta de afecto que le pesa en su pasado, por lo que se auto define en el pasado que reverbera en el presente, y que le define sus momentos y que le encauza en el futuro, uno, al final, lleno de fe, lleno de amor.

Una película imprescindible.

Una obra maestra.