Victoria y Abdul




Tuve la oportunidad de asistir a la premiere nacional de la proyección del filme "Victoria y Abdul", dirigida por Stephen Fears, protagonizada por Judi Dench y Ali Fazal. Escrita por Lee Hall, y Shrabani Basu.

El evento lo auspició Universal Pictures en favor de recaudar fondos para los damnificados por los sismos suscitados en septiembre, bajo la estafeta de la organización ALTÍA (El grupo de los 100)

Una película que narra la relación entre Abdul Karim y la reina Victoria.
Una relación erótica, amorosa, y por supuesto, en pauta de una gran afinidad entre dos seres, de mundos distintos, cosmovisiones distintas, arropados y unidos por el amor, amor de uno por el otro.

Esta relación estuvo oculta durante mucho tiempo, gracias al hijo de la reina Victoria, Bertie, quien tomó el trono, tomando orden a gusto de su cosmovisión, en contra de medidas tomadas en últimas instancias por la reina Victoria, quien había sensibilizado su mundo gracias a Abdul, que le hizo tener mayor acercamiento y sensibilización por la India, a quien dominaban.

La reina Victoria de inmediato es cautivada por Abdul Karim, con quien pronto forja una amistad muy entrañable, una relación fuerte, poderosa, basada en el amor, y así estos dos seres forjan una complicidad que les ayuda a enriquecer sus vidas; pero que todo parte, por supuesto, de esta cosmovisión oriental por parte de Abdul.

«Porque Abdul nos enseña que el amor se debe dar, sin esperar nada a cambio». 

Es la puesta en escena y la representación del encuentro de los mundos occidente-oriente. El encuentro entre rivalidades y la revelación de clasismos, modas, estatus y cultura permeados y arraigados en el mundo occidental, en este caso, inmerso en el mundo del imperio británico. 

Y una de las cosas que me pareció importante subrayar de la película de Fears, y que comenté al final en esta reunión de semiólogos, analizando los elementos de la película en el cineclub—es la representación de actitudes de los personajes. Porque íbamos de par en par de personajes, inmersos en un mismo escenario, en diferente posición de clase social por supuesto, pero remarcamos la visión del director para hacer peso de la posición social dentro del reino británico, y cómo ello—marca una cosmovisión diferente en cada uno de los personajes, cosa que les hacía asumir una auto definición de lo que son y representaban para los demás, y que incluso marcaba la conjunción de sus emociones, sensaciones y pensamientos de forma inconsciente, a lo que unos sufrían y a lo que otros disfrutaban. 

Dicho de otra manera. Es mirar cómo todos los personajes estaban ante un mismo universo, bajo un mismo trecho de cielo y viviendo en el castillo, compartiendo momentos con la Reina Victoria y entre ellos; pero viviendo eso en sus conciencias de forma distinta, acorde a cómo construían su realidad bajo los elementos de su condición de género, clase social, rol dentro de la familia real, de servicio, y de argumentos para construir filosóficamente su rol de vida. Y ante esa pugna, por eso Abdul crecía y era feliz dentro de ese universo, por esta gran capacidad de valerse esencialmente como un gran ser humano, dispuesto a crecer su espíritu y enriquecer el mundo de la reina Victoria bajo la premisa de servir. 

Por supuesto, esta visión noble y pura de Abdul, fue lo que le abrió las puertas y caminos hasta el corazón de la reina Victoria. Porque Abdul tenía confianza ontológica. Abdul vivía en la vocación de servicio, y ponía la mirada en lo que sí tenía y no en sus carencias. Era la pureza de su confianza ontológica que el racismo y la mala actitud de los demás, no le afectaban, en su mundo ni en su desarrollo. Era la comprensión absoluta de su falta de amor de los demás, que él sólo vivía con énfasis en esta actitud de paz interior y de dar amor y afecto, en una de sus mayores oportunidades, de conocer, convivir y ayudar a la Reina Victoria, una persona que influía en su pueblo y en el mundo. Ponía foco de atención en lo que podía disfrutar y valoraba con suma importancia a los seres humanos, bajo esta óptica por supuesto de la filosofía oriental arraigada en el corán, y en preceptos y aforismos de amor de uno de los grandes del sufismo, Rumi.


Es una excelente película, muy elegante, que comienza como una fábula oriental, mágica y que va incrementando su nivel dramático al punto de la emoción y conmoción ante lo que vemos va sucediendo a cada uno de los personajes. 

Me parece que Judi Dench da una espléndida actuación. Impresionante. Digna merecedora del óscar, y más como reconocimiento a su impecable trayectoria como una de las mejores actrices que ha dado la gran bretaña. Y además ahora, interpretando a una figura clave de la historia de Inglaterra. 
Y cabe resaltar la dificultad, porque Dench es una persona de mayoría de edad, e interpreta con frescura y de forma imponente e impecable a un personaje trascendental de la familia real de Inglaterra. 

Todos actúan muy bien y están bien dirigidos por Stephen Fears, a quien por supuesto deben nominarle al óscar por mejor dirección; que ya obtuvo un gran mérito también por haber dirigido anteriormente a Helen Mirren en "la reina", donde interpretó a Isabel y por quien ganó el oscar a mejor actriz. Es decir, tiene escuela y maestría Fears para dirigir historias de la familia real, y esta no es la excepción. Es muy académico su lenguaje, elegante y con una  producción impecable que además viene a retratar otro momento más de la familia real de la gran bretaña. 

Y entonces recuerden, cuando la vean, que el sistema de valores, pensamientos y actitudes, marcan nuestra realidad y nuestro nivel de conciencia. 

Excelente película. 

Fascinante.



Erick Xavier Huerta S.

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