Squid Game
Un éxito rotundo.
Ha hecho historia en Netflix, su consumo ha sido desmedido, irónicamente porque hace una brutal crítica al sistema de consumo capitalista que habita en el mundo, que ha desquiciado a las personas, inmiscuyéndolas en profundos estrés y niveles de ansiedad que, en muchos casos, ha desembocado en situaciones de suicidio.
Son nueve episodios dirigidos magistralmente, que concretan una obra maestra de principio a fin.
Estaba viendo cifras tremendamente alarmantes sobre los casos que se registran en Corea del Sur, un país tremendamente capitalista, muy occidentalizado, totalmente en sintonía y aliado de los Estados Unidos de Norteamérica, que ha logrado desembocar hoy en una realidad que explica cómo este país concentra una las tasas de suicidio más grandes dentro de los países que conforman a la OCDE (Organización para el Desarrollo y Cooperación Económico). Pues este país, tiene un desarrollo económico que ha provocado que sus ciudadanos tengan profundas dificultades financieras para poder salir adelante, y que en muchos casos, ya no se ve alternativa más que acabar con la propia vida.
La serie tiene una frase fundamental «saber que la coincidencia que tienen ricos y pobres es vivir». Pero ambos estratos, de pobres y ricos, están aburridos. Cuidado con la aburrición porque es el comienzo del suicidio. Y es que la serie, nos va llevando a través de la cosmovisión que tiene cada uno de los actores que representa un estilo de vida; por una parte un financiero que ha sido egresado de las mejores universidades del mundo y del país y que ha logrado estar en una cúpula financiera, pero que tales problemas le han llevado a no poder sostener tal nivel de vida, al punto de endeudarse, y al punto de la desesperación; o tal vez, podemos registrar otro de estos casos a través de la mirada del protagonista, que por rebelarse ante el poder, por protestar fue callado y marginado sin oportunidad de seguir avanzando en la vida, y con ello, sacrificando su vida familiar. Todos estos casos han repercutido en una calidad de vida emocional que les lleva a ya no importar de su integridad, arriesgando toda la vida, por dinero.
Todos los personajes sufren angustia existencial y desamparo. Se inmiscuyen en un juego de prácticas infantiles, pero con el riesgoso costo de ver el fin de sus vidas. A estos personajes no les importa mucho porque ya no tienen nada qué perder.
¿Cuánto de esto hemos visto en nuestras propias comunidades? La violencia es una tremenda exclamación por amor, por paz interior que al no conseguirlo, la salida es una total provocación a ver si ocurre un milagro, o algo que haga despertar al ser interior, al ser divino que llevamos en nuestros corazones. Interesante también, porque la desesperación es en primer termino lo que acaba con la mitad de los participantes de que buscan el dinero, o que ya de pronto ven confundidos sus deseos y solo buscan salvar sus vidas.
Están los jugadores en una igualdad de condiciones, dentro de un esquema de reality show, para entretener a los ricos que apuestan con la desesperación de las mayorías. La banalidad, y la frialdad de las cúpulas no importan de la salud mental ni espiritual de los jugadores. Solo quieren entretenerse, porque están aburridos.
A medida que se busca ganar, se van revelándose los sentidos de corrupción que tiene cada uno de los participantes dentro de su corazón. El conflicto va revelando también que el corazón tiene vida, y que la moral si quiere existir pero que ha sido enterrada por la apariencia y por el egoísmo. La solidaridad no está permitida, y se puede sostener hasta cierto punto, pero a medida en que van siendo menos los competidores, la solidaridad va perdiendo existencia.
El propio juego de supervivencia y ambición, va mostrando los propios elementos de corrupción por hacer menos a las mujeres, por enaltecer el machismo, imponer la voluntad del más fuerte, la astucia por sobrevivir, la discriminación natural de jóvenes y ancianos.
Es interesante también, que la psicología infantil llevada a un juego perverso que termina con las vidas y que explota la ambición en cada individuo, es un reflejo de lo que ocurre en nuestro sistema económico socio cultural en occidente. Irónicamente este país de oriente ha terminado occidentalizado más que propios países de occidente, y la gravedad de su situación hoy se ve de manifiesto en la propia cosmovisión de la producción de sus artistas, recuerden también la ganadora del óscar «parásitos».
Es de gran importancia ver el mensaje que está dando el arte de Corea del Sur al mundo. El mensaje es completamente significativo ante lo que estamos viviendo como humanidad, una encabezada por liderazgo que han apostado por el capitalismo salvaje, un sistema que está desembocando en suicidio, estrés y graves problemas de salud mental y tenemos que hacer algo al respecto, es el mensaje final de esta primera temporada de la serie magistral «Squid Game».
Erick Xavier Huerta
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