9 semanas y media, recuerdo.

Hace poco volví a ver, pero ahora en su edición blu-ray, ˜nueve semanas y media», dirigida por Adrian Lyne y protagonizada por Kim Basinger y Mickey Rourke.

Siempre vale la pena volverla a ver, por la lectura erótica, por su historia clásica, por el tremendo trabajo actoral de Basinger y de Rourke.
Recuerden que Rourke se demarcaba como toda una estrella actoral al nivel de Robert De Niro, y que en la actualidad, a pesar de la enfermedad que padeció Rourke psicológica que atentó contra su belleza natural, Rourke ha podido demostrar sus aptitudes histriónicas en la actualidad en diversos filmes.


Algo así intentó superar primero en libro la fallida historia de cincuenta sombras de Grey, de E.L. James, una fantasía sexual dentro de lo más superficial que existe en el imaginario colectivo. En cambio, hace ya más de 32 años, Adrian Lyne entregó una historia con los niveles de lectura adecuados y los matices perfectos para encuadrar las fantasías e infierno que experimenta una mujer al caer en juego con un hombre de éxito financiero que usa su tiempo de ocio en disfrutar del sexo. Y ha hecho muchas cosas, pero ahora, con Elizabeth, personaje interpretado por Basinger, las cosas pueden resultar distintas.



Lyne retrata todo el erotismo de la cultura occidental dentro del pináculo social de la ciudad de la gran manzana, Nueva York.

John, interpretado legendariamente por Rourke, no escatima en seducir y en aumentar el miedo de Elizabeth ante insinuaciones agresivas y misteriosas. Todo ese ambiente místico y pavoroso aumenta la excitabilidad de Elizabeth, inducida por John.

Y es que Lyne retrata los males de las relaciones en la época contemporánea. Pone en relieve la ciudad de Nueva York, la gran metrópoli y emblema de la cultura occidental, la cuna de la moda. El sistema más sofisticado está ahí, y ese sistema pone de relieve la moda en relaciones sentimentales. El miedo latente de parte de los dos que están en vínculo. Pero, ¿Cuál es el vínculo que les une a estos dos personajes? En la información suministrada dentro de la cultura de la gran ciudad occidental, el menor vínculo afectivo produce mayor libertinaje, entendido como libertad para disfrutar del sexo sin regulaciones, normas y principios. Esa moralidad desbancada en occidente, sin propósito mayor que el de vivir sensaciones, es la misma atmósfera, que podemos ver también en «philadelphia» protagonizada por Tom Hanks, que aborda un punto de vista legal a defender los derechos laborales por encima de una inconsciente vida sexual social dentro de la cuna de occidente.
En aquel tiempo, Nueva York, auge de la moda y cultura, presentaba ya los signos que se viven ahora hasta el pasillo más oscuro del mundo occidental. Las relaciones impersonales, y la desventura del amor.
Elizabeth se siente atraída por la personalidad retraída de John, un hombre de Wall Street que disfruta de su soltería y de su poder económico adquisitivo para cumplir sus fantasías. John encuentra el juego perfecto donde busca hacer perder el control de sus actos a Elizabeth bajo juegos pasionales. La excitabilidad y la pérdida de inconsciencia cobran mayor poder cuando John se jacta de observar cómo involuciona poco a poco Elizabeth por las pasiones que él le va provocando. El erotismo cobra involución cuando John comienza a utilizar fuera de proporción un vínculo que buscaba el sentido del amor. John no lo permite. Ante la formalidad de la relación, la complicidad y la mayor complementariedad que presenta su unión, que se va consolidando con el tiempo, John busca la forma de echar a perder el vínculo afectivo. John no quiere involucrarse sentimentalmente. Sin embargo, boicotea las cosas a su disposición. Sin vacilar, pronto seduce a Elizabeth a un juego, que permite en primer instancia por afectos sinceros de su parte hacia él; pero John, por no permitir el involucramiento mayor afectivo, boicotea sus relaciones al incrementar el uso de objetos y situaciones, montajes y fantaseo que desvirtuen el amor entre los dos, y así, ahuyente a Elizabeth.


Y es que el amor es un vínculo que sólo puede ser si es incondicional, si dar es placer, si dar es ser, si dar es vivir y experimentar, si dar es crecer.
Ante el egoísmo, el chantaje, el amor no existe. El amor no puede ser.

Elizabeth venía de un vínculo profundo, en una relación estable con otro hombre. Ella se dedica a las artes, y su timidez es utilizada por John para despertar pasiones y excitación profunda ante la perdida de control de sus propias intenciones.



Elizabeth, al cabo del tiempo, comprende, con dolor que John no acabará por consolidar la relación ni aceptar su amor ni dejar desarrollar su amor. Su afecto sólo habrá socavado ante el gusto de obtener placer sin más, puras sensaciones, vivencias sin experiencia en el vínculo. Elizabeth, en cambio, otorga amor a John pero nunca lo obtiene en reciprocidad. Porque ella hace lo que John quiere, sin que John acepte hacer lo que Elizabeth gusta. 
John no quiere involucrarse de ninguna forma. Lo mantiene al margen, y no quiere conocer a sus amigos de Elizabeth ni que sus amigos de John conozcan a Elizabeth. No permite que vaya a su trabajo ni él se inmiscuye en el de ella. La relación es el juego sexual y nada más, sin permitir que otro factor intervenga, más que el de otorgar excitabilidad. A pesar de eso, el amor se presenta.

Cuando ocurre el momento en que John descubre que está enamorado, es demasiado tarde. Elizabeth toma la decisión de dejarlo y romper con ese vínculo. John acepta que tiene amor por ella, pero es mayor su narcisismo, su orgullo y su norma de no vincularse afectivamente ni asumir en relación amor.
John decide perder el amor y vivir sin amor. John elige permanecer en el camino de las sensaciones. Incluso, cuando ha encontrado el amor, decide perderlo. 

Irónicamente, el amor es desapego. 
El amor es el privilegio de los individuos libres.

John vive presa de su narcisismo. John es esclavo del sistema.

Elizabeth en cambio, tiene que imponer su dignidad, porque Elizabeth sí quiere una relación, amor y estabilidad. Y es que sólo así puede funcionar el amor.

John queda con el chantaje emocional, su narcisismo y su orgullo. No puede amar. Así no se puede amar.

El amor sólo es incondicional. 
Demasiado tarde cuando John decide abrir su corazón, hablar sobre lo que le importa, sobre quién es y que puede y que quiere hacer. Es demasiado tarde.

Con el corazón desgarrado, pero con una idea clara de amor y de lo que quiere, Elizabeth se reinventa, vuelve a nacer y se va.



Erick Xavier Huerta


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