S I L E N C I O


S I L E N C I O

Dirigida por Martin Scorsese.
Escrita por Jay Cocks y Martin Scorsese.

Protagonizada por Andrew Garfield, Adam Driver y Liam Neeson.

Basada en la novela de Shûsaku Endô

Martin Scorsese nos trae esta historia que narra la aventura de dos sacerdotes jesuitas que van en busca de su mentor, un sacerdote de tremenda reputación por su fe católica que, después de ir en una misión a Japón, pierde el rastro y es considerado como desertor de la fe, al tiempo que ya no hay más cuenta de su paradero. 

Sin embargo, se narra dentro de la historia, un contexto histórico en que Japón prohibía la evangelización católica en su territorio por cuestiones de invasión cultural. El conflicto religioso, es cultural, económico y político, al tanto que los japoneses buscan evitar la evangelización católica en el siglo XVII. 
La religión es un instrumento de conquista cultural. Le pasó a México, después de la conquista española. Aquí, Japón busca evitar tal hecho.
Esta persecución contra los cristianos en territorio japonés es despiadada, al punto que Scorsese nos permite contemplar la forma en que la fe lleva muchas veces a la pérdida de su sentido cuando se cruza con el orgullo, la necedad, la auto-conmiseración en respuesta a llenar el vacío espiritual que se busca solventar mediante una religión. Es decir, ¿Hasta qué punto llegaría uno para salvaguardar su fe? ¿Hasta qué punto llega uno para hacer valer sus creencias? Si políticamente está prohibido, si en riesgo está tu vida, ¿Hasta qué punto llegarías por no permitir que se censure tus creencias y tus tradiciones culturales? Es el gran dilema, entre lo que es malo para los demás y para ti es bueno, el gran dilema moral, ético. A esto se enfrentan ciudadanos japoneses y los misioneros, cuando chocan con esta realidad que les prohibe su trabajo, de influenciar y de inmiscuir tal tradición eclesiástica en un territorio que no puede permitir una conquista cultural religiosa de tal magnitud. 



¿Qué es la fe? 
¿Cómo se encuentra la fe? 
¿Dónde se busca la fe?
¿Es la fe libertad de asociación para rituales en tradición eclesiástica? 
¿Es la fe replicar el martirio del Cristo?
¿Es la fe el sufrimiento cabal a la magnitud del Cristo para poder alcanzar la iluminación?
¿Es la fe la valentía del necio por hacer valer su creencia?

Es tanto el dilema moral y ético que entran en juego en esta narrativa audiovisual, que no sorprende el por qué, el miedo de muchos proyectores de poner en cine este producto de altísima calidad. 

¿Quién es Cristo?
¿Qué representa, íntimamente, Cristo?

En la contemplación del fanatismo, la confusión de identidades entre la persona y su religión se confunden cuando hay una usurpación de identidades entre un personaje, su sufrimiento y el de uno que busca aliviar el vacío de la espiritualidad. ¿Cómo llenarlo? ¿Mediante el servicio?
Los sacerdotes jesuitas, deben guardarse de la vida pública. Son forajidos, se esconden, y en silencio, lejos de todo, en privado, buscan oportunidades de hacer asociaciones colectivas con los creyentes de Japón, para seguir permeando en la misión fundamental de llevar la palabra de Cristo a todos los rincones del mundo. Son pocos, pero los padres jesuitas van descubriendo que hay simpatizantes y que buscan su ayuda para poder ser parte del evangelio y hacer cumplir la palabra del dios católico. Esta tremenda hambre de varios simpatizantes por comprender la palabra del Cristo y de poder hacerse miembros de la fe católica, enaltece y motiva a los sacerdotes. Cabe mencionar, que nuestro protagonista, interpretado por Garfield, es un sacerdote con tremenda vocación de servir en la palabra de dios; y vamos recorriendo sus cartas, sus escritos, sus memorias— cómo plasma la realidad en la que se encuentra afrontando tratando de hacer valer y de prodigar la palabra del Cristo en esa tierra japonesa, de tremenda realidad caótica para el gremio eclesiástico. Porque «Rodriguez» (el personaje de Garfield) tiene que afrontar las terribles historias que le cuentan, del pasado reciente, donde torturan salvajemente, inhumanamente, a todos los ciudadanos que se declaren ó descubran en ejercicio de la fe cristiana. Tanto es así, que se pone en riesgo la comunidad provincial del Japón donde se encuentran los sacerdotes jesuitas. Y vemos tremendas escenas de tortura a quienes se descubren en ejercicio de la fe cristiana. 



Está prohibido. Al poco tiempo, encontrarán a los sacerdotes misioneros, y con ellos se van las últimas esperanzas de la misión evangélica. Pero los japoneses no son tontos. Ellos descubren la necesidad de los cristianos de ser torturados para sentir la gloria del Cristo, y redimirse en la misma esencia del dolor, por lo que sufrió Jesús de Nazareth. He ahí la confusión de identidades, la confusión de sentido y de valores, por la vida y por lo que significa la fe cristiana, al tiempo que se suman más y más mártires y refuerzan la fe católica, cristiana. De manera que el japonés tiene que tomar como ejemplo a los líderes eclesiásticos, sin liquidarlos, sino como emblemas de la renuncia a su fe. Para ello, hacen distintos rituales, obligan a hacer distintas manifestaciones para mostrar el rechazo al Cristo y a lo que significa. 

Cada sacerdote, cada japonés, tiene que pisotear la figura del Cristo, ó bien, desechar, rechazar imágenes cristianas. O deben escupir, maldecir el nombre de la Virgen, de Cristo. Debe ser público, como ejemplo para las mayorías. Los gentiles son comprendidos aquí como las personas no creyentes en la fe cristiana. 

El rechazo a Cristo, a su palabra, es en beneficio de resguardar la cultura japonesa. Ya que en ese tiempo, la única creencia permitida es la de la palabra del Buda. El camino a la iluminación del japonés está en sintonía con la contemplación y el respeto a la naturaleza, permitiendo que cada individuo, cada ser, pueda ser acreedor a la iluminación. Es decir, todos son iguales, todos poseen la divinidad en su interior sin tener que someterse a ninguna otra figura terrenal que sea emblema de una casta, contraria a la del hombre, de linaje, herencia directa de dios.  


El gran hombre, mentor de los dos jóvenes sacerdotes jesuitas, ha renunciado a su fe. 
«Dios, el señor, observa lo que hay en tu corazón»
«Sigo siendo el mismo»

El Señor está interesado en el corazón. No le importa nuestra apariencia exterior, esto es, si aparentamos ser “buenos” y “puros”. Los fariseos eran así. Parecían ser puros por fuera, ¡pero por dentro eran hipócritas! 

“Mas si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma.”



Es del corazón de los hombres, de donde habla la boca. No es lo que va al vientre, sino lo que sale de la boca de los hombres, lo que contamina al hombre. Guarda tesoros en tu corazón. Sin presunción, sin valentía de presumir a otros lo que habita ahí, dentro en tu pecho. No seas hipócrita. ¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: ``Déjame sacarte la mota del ojo", cuando la viga está en tu ojo? ¿Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano.

¡Camada de víboras! ¿Cómo pueden hablar cosas buenas siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca.

La verdadera fe está a prueba aquí. Una transformación y una experiencia personal, única, en uno. Sin obligar a nadie a creer, sin creerse más que otro porque el otro no comprende, no comparte, y vive otra realidad. ¿Quién posee la verdad?
La verdadera fe es humilde, se resguarda, nace, vive, se padece en el corazón. 
Sin exhibir palabra, tradición, rituales, formas. Sin obligaciones, sin sacrificios. La fe existe. La fe está.

El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca.
"Guárdense de las buenas acciones hechas a la vista de todos, a fin de que todos las aprecien. Pues en ese caso, no les quedaría premio alguno que esperar de su Padre que está en el cielo." 

Así vamos develando, tiempo al tiempo, personaje por personaje, los misterios, los demonios, las confusiones. La carga, el peso, de las distintas maldiciones que produce la confusión de identidades, y cómo el rechazo social, empuja a más fanatismo o a la vergüenza absoluta, a la pena pública, a la fuerza de renunciar por sobrevivir a principios y a valores. ¿Cuál es la verdadera moral pública? ¿Hasta dónde llegan tus oportunidades de ser aceptado en una sociedad que prohíbe lo que quieres?"Pero tú, cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y ora a tu Padre que está allí, a solas contigo. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará." 


Es así, de estos últimos versículos, aquello que tienen que comprender los sacerdotes jesuitas, y todos los creyentes japoneses.
Sé que Scorsese tuvo que esperar más de una década, el poder reconstruir y terminar el guión de esta película, al tiempo de la producción y de las dificultades que se presentaron para realizarla. Scorsese no pudo esperar ni aplazarla más tiempo del ya venido. De manera que Scorsese nos entrega un legado fílmico de una calidad excelsa. Una película épica, y una verdadera experiencia espiritual y cinematográfica.
La gran odisea de encontrar la verdadera fe, en intimidad, en silencio, de forma unidimensional, el individuo, él con él mismo. Yo soy el que soy. Yo soy. Así, el último de los sacerdotes, en silencio, encontrará la palabra de dios, se encontrará con Cristo, alcanzará la redención, en una intimidad espléndida, en soledad, en el esplendor del sol, de la edad, del tiempo y del espacio. Es lo que nos permite contemplar Scorsese. 
La magia del amor, dentro del corazón, es una intimidad, que puede llegar a ser compartida, pero que nace dentro de uno, en silencio.
IMPERDIBLE.

Erick Xavier Huerta


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