Little Boy



Yo tenía bajas expectativas sobre esta película. Me interesó desde que mi Padre me platicó de ella por una entrevista que vio por parte de Ismael Cala con Eduardo Verastegui, donde abordaron la vida Verastegui y los cinco años que invirtió en construir este filme.

He visto las películas que produce Verastegui, siempre acomodadas y con fin de afianzar los valores que ve muertos, desvaneciéndose dolorosamente entre nosotros, y que ciertamente, se pierden a cada momento en las sociedades occidentales mayormente. Y es de reconocer el enorme mérito que tiene Verastegui al trabajar por sus principios, justo cuando había alcanzado lo que la mayoría quiere: fama, dinero, seducción, novias, trabajo, primicia en Televisa, Hollywood y más. No fue suficiente para Verastegui, y renunció a todo ello para ser contrapeso de un sistema que mira pervirtiendo a los seres humanos.

Eso es admirable.

Por eso, valió la pena darle oportunidad, y echarle un vistazo. Y yo he visto de todo, y creo fervientemente que uno puede rescatar de todos los contenidos, cosas valiosas (porque provienen esencialmente del arte de los seres humanos, en su mayor o menor medida de desarrollo de sus competencias artísticas). Evidentemente hay películas que necesitan estómago, ó discursos audiovisuales que puedes soportar ver unas cuantas veces. Aquí no es el caso. Aquí se trata de una producción que construye un producto para el mercado familiar, sobre todo para esos que buscan consolidar a sus familias y que también le dan sentido y beneficio a la creencia de un dios y de la fe. Y creo que muchos, en esos casos, nos podemos identificar. Sobre todo desde la niñez, cuando tienes la ingenuidad y la inocencia de apostarle todo a creer que dios te cuida y que te puede conceder deseos insuperables que la razón no puede constatar. 

Son particularidades, no puedo generalizar. Pero creo que hay condiciones de los niños llamados «índigo», de esta nueva generación y de despertares que están existiendo en el mundo sobre una reconstitución del equilibrio que se llegó a  perder en el siglo XX—era de las guerras. Por eso me identifico. Sí, fui de esos fervientes de fe, y aún quedan estragos y la lucha incesante entre la razón, el esfuerzo y la disciplina para alcanzar lo que crees poder lograr por méritos propios sin ayuda divina ni de circunstancias especiales donde interviene la suerte y la grandeza por ser, de alguna manera, un elegido.

Segundo Tiempo:

He escrito este review en distintos tiempos. Ha pasado desde que la vi, y ahora re-escribo, tratando de recordar, de ir a los sentimientos que se generaron cuando presenciaba la película.

La película, sacude la conciencia; porque hemos tratado de matar la imaginación cuando la tierra nos golpea fuertemente. La realidad es dura y eso mata la imaginación, las grandes conciencias, lo ilimitado que puede resultar la existencia a través del arrojo a nuestros sueños. Pero fuimos niños, algunos que siempre creímos en la infinita posibilidad de las cosas y que dios sí puede darnos con solo pedir. Y te puedes remontar a que la vida surgió para ti, sin que lo pidieras premeditadamente en tu razón, en la memoria que puedas tener antes de haber nacido. Naciste, existes y debes ejercer cierto esfuerzo por desarrollar tu cuerpo, tu mente y tu espíritu—pero no lo haces solo, lo haces en compañía, con ayuda, de la naturaleza de todas las cosas: el mar, el cielo, los animales, la flora, la fauna, la belleza de contemplar lo maravilloso en los colores del planeta, de imaginar qué hay más allá del cielo azul. Y están las estrellas, y lo místico, y el bombardeo que nosotros mismos hemos creado tratando de imponer orden en el caos disciplinado que se limpia así, entre la misma naturaleza, sustentable, vida y muerte, y no necesita más. Todo aquí ha sido creado para mantenerse, pero el hombre y la mujer son arrogantes, y se creen creadores de creadores. Somos, co-creadores, y pertenecemos a un sistema que es autosuficiente, y cuando diga basta, lo hará, a través de múltiples formas. El universo ya existía, y nacimos, y pensamos, y nos confrontamos con la naturaleza por siempre, en nuestros pensamientos, en nuestra vida, en nuestras emociones. Somos lo que creemos ser. Somos aquello que pensamos, y a veces somos más, porque somos lo que somos, nada más y nada menos.

"Little Boy", explica en su narrativa, el misterio de la fe. Tú crees y aplicas y practicas en tu imaginación y la belleza del mundo converge, nos trae. ¿Es curioso que el universo te permita imaginar todo sin que puedas llevarlo a cabo? La genialidad de Little Boy va más allá del simple deseo de un niño porque regrese su padre con vida después de la guerra. El niño quiere acabar con la guerra para ver nuevamente a su padre, a su amigo. A veces la infancia da tanta soledad, y a veces, coincido, el mejor amigo es tu padre cuando la sociedad es tan agresiva que te destierra y te discrimina. Es tu padre con el primero que juegas, y se vuelve tu primer amigo.

Evidentemente hay quienes no conocieron a su padre, y sufren orfandad, y en muchos casos la madre ha tenido que ejercer el doble papel. Pero, la maravilla de la vida es que siempre hay espacio para suplir la carencia, y seremos nuevamente padres, y seremos amigos, y deberemos lidiar con dios.

Hay magia, y hay superstición. A veces hay que buscar el equilibrio, sino caes en la locura, pero tal vez, a veces la locura, te puede llevar a concurrir en milagros.

—Cuando eres niño, todo se vale. Lo crees porque sí, porque te lo dijeron tus padres, tus mayores, los adultos y los viejos. Te lo dijeron, incluso, el mismo sistema, y lo crees. Crees en la grandeza de lo mágico, de lo imposible y eso quieres creer. Y seguimos pensando lo mismo, sino, no habría tantos parques de diversiones, ni tantos escenarios en las plazas turísticas realzando a los super héroes, a lo extraordinario, acentuando más e incluso, tratando de maravillar más que el mismo mar, que el mismo cielo y el manto estelar. Y por eso abarrotamos los cines queriendo ver Batman, y a los vengadores, historias de héroes, de hijos de dioses, y repetimos la biblia, por el misterio de lo mágico, de la constante pregunta sobre lo que somos y sobre lo que hacemos y lo que debemos ser.

Little boy lanza sus manos, como mago, imponiendo que puede hacer que lo malo se termine y lo bueno resurja. Little boy es valentía y arrojo. Es entrañable por eso, por su poderoso mensaje en una película sencilla, sin muchas ganas de ser pretenciosa o más de lo que puede ser, pues incluso se limita a su simple historia y nada más, la simple historia de un niño que ama a su padre, con ganas de que lo terrible no triunfe; pero incluso, para los fatalistas, puede pasar algo maravilloso, un giro tras giro aunque al final den una pequeña patada de disgusto porque los finales felices tienen puertas abiertas.

No vagamos inciertamente, volamos, confluimos y nuestros destinos se van marcando para seguir creando vida. Y por eso, creo que vale la pena que cuando la vean, vayan más allá...

Erick Xavier Huerta S.

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